Para encontrarnos con historias de tesoros y piratas no tenemos que viajar a Europa o al lejano Oriente, las tenemos aquí en nuestra tierra uruguaya y la mayoría del tiempo ni nos enteramos. La historia de la que les vamos a hablar tiene un argumento tan emocionante que no le envidia nada a las típicas famosas novelas inglesas.
Esta fabulosa leyenda de un tesoro en Uruguay, enterrado en las costas del río más ancho del mundo, sí.. el Río de la Plata, y se remonta a tiempos de la época colonial, cuando los piratas merodeaban nuestras aguas en busca de galeones españoles cargados de oro y plata.
Pero para, no te apresures, que donde buscar tesoros en Uruguay no es una tarea fácil, así que vamos a darle un poco más de contexto, y luego vez si quieres dedicar algunas horas detectando metales en Uruguay.
El tesoro de la Isla Kagui o Cahui
Cuenta la leyenda conocida como «La leyenda del tesoro de la Barra» que el tesoro estaba o estaría (eso lo dejamos a la imaginación de cada uno) escondido en una isla del Arroyo Maldonado, que tradicionalmente se conoce como KAGUI (Cahui) o «Isla de los Indios».
Y sí ya te lo venías imaginando, sí, de esta historia nace el nombre del balneario «El Tesoro» que se deja conocer cuando el ondulante puente Leonel Viera cruza justamente de Rincón del Indio hacia La Barra. Así que si eres de esas personas aventureras y estás buscando lugares donde buscar oro en Uruguay, o donde buscar tesoros enterrados, entonces este no sería un mal lugar para mudarse…
¿Pero de donde salió ese Tesoro, quién lo trajo?
Bueno acá entramos en un terreno en el que hay más discusión que la que hay ante la pregunta si Gardel es uruguayo, argentino o francés.
En una serie de hipótesis, el botín habría sido enterrado por alguno de los piratas que nos ha visitado en nuestra historia. Entre ellos, la expedición más comentada y famosa es la de Sir Francis Drake (de quién te dejamos su excelente biografía para que la leas luego de terminar esta historia porque aún falta lo mejor). Este señor recorrió Punta del Este (a la que en su momento llamó Cabo Alegría ya que aquí se reencontró con un barco de su flota, al que habían dado por perdido tras un temporal), llegando incluso a Montevideo, antes de emprender sus productivas correrías por el Pacífico.
La historia también nos habla de piratas británicos (R. Fenton y Lord Cavendish), otros holandeses, y el francés Etienne Moreau, quien realizaba contrabando de grandes cantidades de cuero, primero en Maldonado y luego en la desembocadura del arroyo Valizas cerca de Punta del Diablo.
Pero ya viniendo a tiempos más recientes, escritores y periodistas de la zona han formulado dos versiones, que más bien vendrían a ser dos y media, sobre el tesoro escondido en el Arroyo Maldonado.
Primera versión del Tesoro de Punta del Este: Época Española
Gracias a las memorias y escritos de Don Ernesto Seijo Correa es que podemos saber algo acerca de está versión. Él es una figura tradicional de San Carlos, y es hermano del famoso escritor de «Maldonado y su región». Según este relato, se puede rastrear la historia de la Barra de Maldonado de regreso a 1809, a finales de la dominancia española.
En ese momento, el terror en la zona costera de La Plata fue el corsario François Tournier, que arrasó y saqueó barcos mercantes: españoles y cualquier nacionalidad que lo obstaculizara. (Tournier había sido lugarteniente de Hipólito Mordeille, pirata que puso su estrategia y su tripulación al servicio de Montevideo, combatiendo con denuedo contra los invasores ingleses y muriendo frente a la brecha abierta en las murallas).
La persecución de Tournier
Tournier llevó a cabo muchos saqueos y asaltos, tanto que fue encontrado y perseguido por un buque de guerra británico. Al anochecer, el barco pirata ingresó a las aguas del arroyo Maldonado gracias a su escaso calado, y tuvo que enterrar el tesoro en las dunas de arena de la costa, para luego continuar río arriba hasta la isla de Kagui (Cahui), donde abandonaron el barco. Huyeron a lo que más tarde se llamó «Los Cerros de Seijo«.
Al día siguiente, los británicos los capturaron y ejecutaron desde el mástil, aunque no pudieron encontrar el tesoro enterrado. Solo sobrevivió un niño «piratillo» de catorce años que tomaron para su tripulación, lo cual era una medida común en ese momento. Medio siglo después, el joven se convirtió en un anciano y regresó a la zona de Maldonado para recuperar el tesoro. Sin embargo, después de una serie de excavaciones, no pudo encontrarlo, probablemente porque las corrientes oceánicas cambiaron el lecho del río y, por lo tanto, cambiaron el punto de referencia. El hombre casi perdió la cordura y se quedó en el área, contando su desafortunado destino a los cuatro vientos.
Las primeras búsquedas del tesoro
Tanto lo conto, que los lugareños no tuvieron más opción que creerle, y ahí fue donde comenzaron las búsquedas. La primera búsqueda fue la del Sr. Schultze, en 1865.
Todavía se puede recordar a la gente de la segunda expedición. Cinco marineros griegos buscaron cerca de la desembocadura del arroyo, donde hoy se encuentra el balneario El Tesoro, durante unos meses.
Se cree que la última expedición (que parece haber tenido mucho éxito) tuvo lugar en 1888, cuando cuatro misteriosos hombres amarraron en un barco cerca de la isla Gorriti y exigieron la correspondiente autorización para buscar tesoros. Fueron asignados a monitorear permanentemente dos soldados y también recibieron la visita diaria de Don S. Pallas, quien era dueño de todo el terreno entre el arroyo Maldonado y lo que se conoce hoy como Manantiales.
Unos meses más tarde, la vigilancia se relajó y el duro invierno separó las visitas de Pallas. Hasta que una mañana, los misteriosos hombres y su bote desaparecieron sin previo aviso. La gente de la zona se ahogo en especulaciones hasta que la lavandera que servía a los hombres descubrió que habían olvidado una hermosa moneda de oro en un bolsillo… Luego se encontró tras lo que se dejo ver luego de una gran creciente una caldera de hierro y varias cajas de plomo en un lugar excavado por los hombres, tradicional escondite de monedas de oro y plata en aquellas épocas.
Primera versión y media…
Don Salvador Pallas, hijo del dueño original del campo, proporcionó otra versión alterada a la anterior basada en la memoria de su padre, todo según la privilegiada memoria de don Andrés Malta, de San Carlos. El viejo Pallas siempre echó de menos la mala actitud de los cuatro desaparecidos. Varias veces le mostró a su hijo dónde aparecían cajas de pólvora y plomo, que se ubicaban en un pequeño afluente del río Maldonado, que desde entonces se ha llamado el «Arroyo del Tesoro».
Aunque la partida de los buscadores no es tan misteriosa como la gente inicialmente imaginó, ya que durante mucho tiempo recompensaron a las lavanderas con monedas de oro y plata.
Segunda versión del Tesoro de la Barra: Época Brasileña
Hay varios artículos del profesor Atilio Cassinelli, fernandino y un verdadero estudioso de las tradiciones de la región. Decía que hacia 1920, mientras atravesaba la zona que luego se llamaría «El Placer» lindera a la zona actualmente conocida como el balneario «El Tesoro», vio llegar una pequeña lancha con varias personas cargando picos y palas. Una de ellas era Don Camilo Walter, pariente lejano de su madre. Más tarde se enteraría de que la gente había ido a cavar en la isla fangosa de KA-GUI, casi dos millas río arriba donde recibieron la noticia de que el tesoro del pirata estaba enterrado. Esta historia impresionó tanto a Cassinelli que pasó muchos años estudiándola a través de documentos y referencias orales.
Resumen de sus hallazgos
En 1825, bajo el dominio de Brasil, un barco conducido por 15 piratas atacaba nuestras costas, siendo su presa favorita los comerciantes brasileños y británicos. Como era una embarcación de poco calado, en las crecientes tomaban el arroyo Maldonado hasta la isla baja y fangosa de KA-GUI, donde supuestamente guardaban sus botines.
Hasta que un día los británicos se cansaron del barco pirata y enviaron un buque de guerra para emboscarlos, escondido detrás de la Isla de Lobos. Los piratas fueron sorprendidos en alta mar y ofrecieron una fuerte resistencia hasta que su barco fue hundido por el fuego de artillería y la tripulación murió. Excepto por uno, un marinero ruso Alexis Lavnoff que llegó a la isla mencionada nadando. Y tiempo después, mediante señales de humo y con una historia convincente de naufragio, logró ser recogido por un mercante portugués que lo llevó hasta Lisboa.
Ahí empezaron treinta años de penurias y borracheras. Terminando en la cárcel muchas veces, y siempre soñando con la isla al otro lado del mundo con un tesoro enterrado. Hacia 1852, Lavnoff regresó al Río de la Plata. Como no entendía español y no tenía ninguna condición física, encontró a dos rescatadores y les prometió una parte del tesoro. Pero cuando llegó a la isla Ka-Gui, descubrió que la ruta del arroyo había cambiado y no se podía encontrar ningún tesoro escondido. La desesperación y las ansias tanto tiempo contenidas lo llevaron a perder la cordura totalmente, continuando con la vida que llevaba en Lisboa pero esta vez del otro lado del mundo.
¿Conclusión?
Siempre quedó ahí la duda… ¿Apareció el tesoro de los piratas? Seguramente que lo hallaron los misteriosos hombres, o algún afortunado uruguayo..
Pero y si nada de eso paso… ¿Y si el tesoro sigue enterrado realmente en el pequeño islote como se lamentaba el ruso Alexis Lavnoff? De ser así todavía las monedas estarían enterradas en la cenagosa isla que los indios llamaban KA-GUI o CAGUI desde tiempos inmemoriales.
Nos gustaría saber tu opinión acerca de esta leyenda, puedes dejarla en la caja de comentarios debajo 🙂